Belkis Cuza Malé bajo los tilos*
Desde que yo vivía en México deseaba conocer a Belkis Cuza Malé y publicar algún artículo mío en su Linden Lane Magazine –antes, durante mis treinta y nueve años viviendo en Cuba, su nombre y el de Heberto Padilla nos fueron ocultados por el régimen castrista–, y cuando pasé la frontera para venir a los Estados Unidos estuve muy tentado de ir a Forth Worth a conocerla, pero el “sentido común” me hizo desistir de la idea, y vine directamente para Miami, donde comencé a leer sus artículos en el periódico el Nuevo Herald. Un comentario suyo acerca de “el exilio de terciopelo” –con el que me sentí aludido debido a mis seis años en México sin romper con el régimen de La Habana completamente– me hizo escribirle, y así iniciamos un intercambio “emailístico” que, para mi fortuna, fue in crescendo, y hasta le dediqué un poema, sin saber casi nada todavía sobre su leyenda personal –los cubanos oímos campanas a lo lejos, y somos capaces de hablar hasta de la altura del campanario– , pero le atiné en casi todo, como los lectores ahora podrán comprobar:
Es cierto que en Berlín/ existe ya una avenida umbrosa,/
del lado que fue rojo tras el extinto Muro,/pero tú,/
huyendo precisamente/de esas tristes sombras,/engendro caribeño/de un Hitler tropical,/
fuiste a refugiarte/a un camino de Texas,/de tilos refulgentes, /y una casa muy azul./
Heberto fue tu esposo,/el padre de tu hijo,/y el poeta difícil de la renunciación,/
sufriendo ambos la cárcel, /el duelo del destierro,/y el final de su amor,/pero,/
cual pitonisa de un futuro divino,/brillas hoy con luz propia,/en un juego de damas,/
que no acepta otro Rey/que no sea Jesús.
(En el camino hay un solo tilo, valga la aclaración)
Después de la publicación en el 2007 de su poemario La otra mejilla por la Editorial ZV Lunáticas, de la escritora cubana residente en París Zoé Valdés, el siguiente libro publicado por esa editorial fue mi Calentando el bate, dedicado a Heberto Padilla, donde aparece un poema mío a Heberto, además del dedicado a Belkis; todo ello sin plan aparente alguno, pero donde estuvo la mano de Dios para que finalmente nos conociéramos, y naciera entre nosotros una amistad a primera vista, que me enorgullece y que es hoy una de las más grandes alegrías de mi vida.
Esta incansable creadora guantanamera –poeta, novelista, pintora y promotora cultural–, que ya lleva casi treinta años editando ese monumento literario que es Linden Lane Magazine, y que como periodista sienta cátedra por sus inteligentes entrevistas a destacadas personalidades de las letras, es ahora la entrevistada por mí en la Tertulia de APOGEO, por lo que de verdad voy a “bailar en casa del trompo”:
–¿Qué tiene Guantánamo, que ha dado tantos escritores y artistas importantes a la cultura cubana, a pesar de ser una ciudad de provincia tan alejada de la capital?
– Supongo que son las aguas del río Guaso, que nos nutrió a todos, escritores y músicos. En Guantánamo confluyen diferentes generaciones de artistas, que extrañamente van a darle a la ciudad una fisonomía distinta. Cada uno de estos intelectuales y artistas deja un aporte valiosísimo, no sólo a la cultura local, sino a la de la isla.
Yo estudié un año, siendo aún muy niña, en la escuelita que quedaba en casa del poeta Regino Boti. Las hermanas de Regino Boti fueron mis maestras, pero no recuerdo si en efecto eran una o dos. Tengo entendido que mi abuela, siendo una niña, cursó estudios allí, de seguro que con familiares del poeta. Recuerdo en especial el jardín de la casa de Boti. Caminar por allí a la hora del recreo era para mí la felicidad. En aquel jardín descubrí la poesía.
– El 20 de enero, fecha en que te hago esta entrevista, es la fecha del nacimiento de Heberto Padilla, a quien hemos dedicado esta tertulia; ¿cómo conociste a Heberto, y cuál consideras que es su principal aporte a la historia y a la cultura cubana?
– A Heberto lo conocí el 6 de febrero de 1962, en la fiesta de los premios Casa de las Américas. Yo no había cumplido aún los veinte años cuando obtuve en ese concurso una mención con mi libro Tiempos de sol. Heberto había quedado finalista por El justo tiempo humano – un libro precioso– . El ganador resultó Fayad Jamís, quien presentó un libro de exaltación revolucionaria, típica de la época que vivíamos: Por esta libertad, que le valió el premio.
Yo vivía entonces en Santiago de Cuba, y tuve que recurrir a mi abuelo materno – un catalán establecido en Guantánamo, que apenas si hablaba español– para que me acompañase a La Habana, pues mi padre era mi estricto y no me hubiera permitido viajar sola.
El aporte fundamental de Heberto a la cultura cubana es haber traído a la escena una poesía que entonces no se hacía en Cuba, una poesía que se había nutrido sobre todo de la inglesa, pero de un modo nuevo, de la mano de la poesía rusa, que ya en las últimas décadas casi sucumbe a la tragedia de la Historia – fíjense que la puse con mayúscula– revolucionaria . La política asomaba la oreja, pero de un modo nuevo, y los poetas redimían su papel de burócratas oficialistas.
Fue Heberto el primero en abordar con su obra una temática nueva, y enfrentar así al naciente estado totalitario y la represión. Su denuncia de lo que estaba sucediendo abrió el camino y socavó los cimientos de la revolución. Y sus poemas fueron y siguen siendo proféticos. Ya nada fue igual a partir de Fuera del juego.
– Para mí tú eres la más fiel continuadora de esa tradición de revistas literarias cubanas que alcanzó su cénit con Orígenes, y como aquélla, has editado Linden Lane ya por casi 30 años sin ningún apoyo institucional ni de la clase rica cubana en el exilio; ¿qué te ha compulsado para poder imponerte por sobre esta desidia interminable, que logró acabar incluso con Orígenes en su momento?
– Como he dicho en varias ocasiones, Linden Lane Magazine es una misión que Dios me ha encomendado. De no ser así no se hubiese podido publicar ni un solo número, pues, ¿de dónde iba a sacar yo los $2,000 que costaba cada número, entre gastos de imprenta, de envío por correo y de typesetting?. Incluso llegué a publicar un número estando en España en 1983. Y sin que yo moviese un dedo las universidades de este país, las más importantes, comenzaron a suscribirse a Linden Lane Magazine, una revista diseñada, producida y dirigida por una mujer desde la mesa de su cocina.
La idea fue enteramente mía, aunque Heberto me secundó (más bien a regañadientes) y no tuvo otra opción que acompañarme a recoger los ejemplares a las distintas imprentas donde carenábamos buscando precios más bajos. En la imprenta del principal periódico de Princeton (The Princeton Packet) estuvimos publicando el primer año, pero era muy costoso y tuvimos que buscar otro sitio. Por eso nos fuimos hasta la misma ciudad de New York. Al final descubrimos que esa ciudad tenía las imprentas más baratas, pues por lo regular sus propietarios eran asiáticos enfrentados a la competencia. Pero debo añadir que nunca me resultó una tarea agobiante, a pesar de compartir mis horas de trabajo con las de periodista, poeta, ama de casa, madre y esposa. Fueron años muy productivos esos de los ochenta y los noventa, porque LLM fluía, y mi esfuerzo no era en vano. No sé cuántas veces nos mudamos, cuántos tropiezos existieron a lo largo de estos años, pero siempre había tiempo y espacio para el magazine.
Aunque debo recalcar que no fue fácil: el exilio cubano no ha aprendido de los ricos de este país, tan generosos para apoyar la literatura y las artes en general, ni ha considerado necesario – a pesar de todo su patriotismo– proteger la cultura, ni promoverla. La mayoría de las actividades que se realizan fuera de Cuba son por iniciativas personales, con un gran sacrificio por parte de todos.
Por eso yo soy la primer sorprendida cuando veo que tras casi treinta años de haber comenzado, LLM todavía existe, y son muy pocos los escritores cubanos en el exilio que no han publicado en sus páginas. Sin recursos aparentes, pero con la protección de Dios, LLM ha sobrevivido las más extrañas peripecias, y hoy ha entrado en la era moderna de la tecnología más avanzada. Gracias a un artículo que milagrosamente leí en The New York Times, me puse en contacto con una compañía, la HP, que publica ahora *en demanda*, y cuyas ediciones son de lujo. Hemos pues llegado a la calidad extrema, tras haber estado todos estos años publicando en forma de tabloide en news print, o papel gaceta; estilo que a mí en particular me gustaba mucho, pues estaba inspirado en el célebre The New York Review of Books, que dirige Robert Silvers.
Junto a LLM fueron surgiendo las ediciones LINDEN LANE PRESS, que ya llevan más de 18 títulos publicados, y que ahora también se han renovado, pues hemos comenzado a publicar a todo color y en ediciones de lujo.
–Belkis, tú y Heberto fueron los primeros “cimarrones” literarios que “huyeron” del control absolutista del estado, y los rancheadores de la uneac salieron enseguida a perseguirlos, cumpliendo órdenes de su mayoral; ¿estaban ustedes conscientes de que al escribir y publicar tú Juego de damas y Heberto Fuera del juego estaban en realidad jugando con un fuego que los podría quemar y marcar para siempre, como finalmente sucedió?
–Esos libros se escribieron sin otra intención que la de expresar lo que sentíamos en aquella época. Heberto estaba dispuesto siempre a manifestarse a través de sus poemas y opiniones, y solía decir que de lo único que podían acusarlo era de un delito de opinión. Pero aunque no era un hombre ingenuo, esta suposición sí que lo era, a pesar de que él conocía muy bien lo que significaba un régimen totalitario, pues había vivido y trabajado durante varios años en la Unión Soviética, a principios de los sesenta.
–Premonitoria siempre –por eso te llamo “nuestra pitonisa nacional”– , en tu poema Compro muebles viejos: sillas, camas, bastidores…, perteneciente a Juego de damas, escrito entre 1964 y 1968, afirmabas: … “y el nuevo propietario comienza a pensar /que él es el otro,/que todo lo que toca se convierte en sal y agua”…, como desgraciadamente ocurriría en realidad, porque ese “nuevo propietario” hasta la sal le llegó a racionar a nuestro pueblo; ¿fue una revelación de ese espíritu que siempre me dices que te habla, simple intuición femenina, o es que tenías información sobre lo sucedido en nuestros “países hermanos socialistas de Europa”?
–Ese poema y otros son intuitivos; claro, recogen el estado del alma de ese país, con sus miedos y desconciertos. Todo el libro Juego de damas es eso, la visión espiritual de lo que sucedía alrededor de la autora –yo–, que padecía entonces tanto como los personajes femeninos de ese libro, historias casi reales que yo transformaba en poemas; mi visión patética de la realidad, en versos directos, despojados de la palabrería al uso de cierta poesía cubana.
–¿Qué opinas sobre esa tendencia que prolifera actualmente de etiquetar la literatura como “feminista”,“homoerótica”, “lésbica”, etc.?
–Ya he dicho en repetidas ocasiones –pero claro, esto no significa que deseo imponer mi criterio a nadie– que la literatura es una, y no debe ser fragmentada en espacios absurdos. No existe una literatura femenina, lésbica, o teñida con el color de la piel o las ideas religiosas de los creadores. Eso es aislarse, encerrarse aún más en un círculo de automarginación. Existe la poesía y no se llama femenina, ni masculina, ni nada que se le parezca. Sólo eso, poesía.
–¿Quiénes son tus poetas y novelistas preferidos?
–Son muchos y variados los poetas que me alimentaron de muy joven. Yo diría que Pablo Neruda fue uno de los fundamentales en aquella época, al igual que César Vallejo, Arthur Rimbaud, Guillermo Apollinaire, Rainer María Rilke, en fin, como dije, muchos. Pero luego siguieron los poetas en lengua inglesa, esos poetas que vinieron de la mano de Heberto Padilla. Heberto fue mi maestro y su poesía para mí es fundamental en mi desarrollo.
Por entonces yo leía muchas novelas, muchas, pero las de Virginia Woolf eran mis preferidas, al igual que los cuentos de Katherine Mansfield y todas las obras de primera calidad de la literatura universal. Leía lo mismo a los rusos que a los franceses eternos.
Un novelista que influyó en mí fue Mihail Bulgakov con El maestro y Margarita, y también Carson MacCullers, con su mundo del sur americano.
–Comenzaste a publicar muy joven, y formaste parte del grupo de escritores de Ediciones El Puente, entre 1961 y 1965, además de ganar menciones en importantes concursos literarios en Cuba; ¿qué le aconsejarías a los jóvenes que hoy escriben y ansían ver publicadas sus creaciones literarias?
–A los jóvenes y a los menos jóvenes que intenten ser escritores, poetas, artistas, lo único que les recomendaría es que leyeran mucho. Que no dejaran de leer la Biblia, porque allí está todo, las historias más sorprendentes, y Dios, el creador del Universo, con sus mensajes extraordinarios llenos de sabiduría humana, que todo escritor debería conocer. Además, sobre todo, les recomendaría que vivieran a plenitud, que amaran, que tuvieran hijos, que cocinaran, que no dejaran de participar de las experiencias vitales que hacen posible la imaginación y la creación.
8 de marzo del 2011, Día Internacional de la Mujer
*Publicada en la Revista Hispano- Cubana No. 39, Madrid, España.