DESCRIPCIÓN DEL BLOG:
Es un blog literario dedicado íntegramante a destacar la figura de Heberto Padilla, escritor, poeta y hombre de pensamiento dentro del marco de las letras cubanas, así como, develar la génesis y las consecuencias dentro de la cultura hispana y universal del llamado Caso Padilla. Es nuestra intención acopiar documentos éditos e inéditos sobre el particular a modo de esclarecer las circunstancias que rodearon este momentum histórico y preservarlo como legado a las generaciones más jóvenes de escritores, poetas y artistas cubanos e hispanohablantes en general.
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sábado, 22 de diciembre de 2018
sábado, 10 de noviembre de 2018
https://www.facebook.com/belkis.cuzamale/videos/10156006043015678/https://www.facebook.com/belkis.cuzamale/videos/10156006043015678/
viernes, 7 de septiembre de 2018
martes, 22 de mayo de 2018
50 años de "Fuera del juego", libro que inició el Caso Padilla
Se cumplen los 50 años de la premiación del libro Fuera del Juego, del poeta cubano Heberto Padilla y lo que derivara luego en lo que hoy conocemos como el Caso Padilla.
El premio de Poesía “Julián del Casal”, en 1968 trajo que el comité director de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) se reuniera con los miembros del jurado en una discusión de varias horas, con lo que se determinó publicar este libro –y Los siete contra Tebas, de Antón Arrufat-, pero con un parche que expresaba que ambas obras “son ideológicamente contrarios» a la Revolución cubana”.
El investigador y profesor cubano Carlos Aníbal Alonso, radicado hoy en México, acaba de coordinar y publicar en la revista Rialta un dossier titulado 50 aniversario de Fuera del juego y las derivas del caso Padilla.
En uno de los párrafos introductorios la redacción expresa:
“El encarcelamiento y el forzoso autoinculpamiento público de Heberto Padilla en la UNEAC, dirigida entonces por Nicolás Guillén, manifestaron de manera aplastante la estalinización de la política cultural de la Revolución cubana, y a la postre, provocó la ruptura de destacados intelectuales y artistas con las élites revolucionarias. El poeta cubano Manuel Díaz Martínez, miembro del jurado que otorgó el premio, ha contado los pormenores de las derivas de estos eventos en el artículo “El caso Padilla: crimen y castigo”.
Es una compilación válida, recogida ya en versiones diferentes en otras publicaciones, pero con el aniversario cerrado de medio siglo, cobra un sentido importante para comprender las diferentes etapas de la política de la revolución cubana.
En estos dieciséis documentos van desde la reseña de Padilla: “A propósito de Pasión de Urbino, de Lisandro Otero”, pasando por la venenosa acusación “Las provocaciones de Padilla”, de “un tal” Leopoldo Ávila hasta la excelente manera en que Manuel Díaz Martínez, jurado del mencionado concurso de poesía, hace en “El caso Padilla: crimen y castigo”.
Los documentos en sí son los que siguen:
El premio de Poesía “Julián del Casal”, en 1968 trajo que el comité director de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) se reuniera con los miembros del jurado en una discusión de varias horas, con lo que se determinó publicar este libro –y Los siete contra Tebas, de Antón Arrufat-, pero con un parche que expresaba que ambas obras “son ideológicamente contrarios» a la Revolución cubana”.
El investigador y profesor cubano Carlos Aníbal Alonso, radicado hoy en México, acaba de coordinar y publicar en la revista Rialta un dossier titulado 50 aniversario de Fuera del juego y las derivas del caso Padilla.
En uno de los párrafos introductorios la redacción expresa:
“El encarcelamiento y el forzoso autoinculpamiento público de Heberto Padilla en la UNEAC, dirigida entonces por Nicolás Guillén, manifestaron de manera aplastante la estalinización de la política cultural de la Revolución cubana, y a la postre, provocó la ruptura de destacados intelectuales y artistas con las élites revolucionarias. El poeta cubano Manuel Díaz Martínez, miembro del jurado que otorgó el premio, ha contado los pormenores de las derivas de estos eventos en el artículo “El caso Padilla: crimen y castigo”.
Es una compilación válida, recogida ya en versiones diferentes en otras publicaciones, pero con el aniversario cerrado de medio siglo, cobra un sentido importante para comprender las diferentes etapas de la política de la revolución cubana.
En estos dieciséis documentos van desde la reseña de Padilla: “A propósito de Pasión de Urbino, de Lisandro Otero”, pasando por la venenosa acusación “Las provocaciones de Padilla”, de “un tal” Leopoldo Ávila hasta la excelente manera en que Manuel Díaz Martínez, jurado del mencionado concurso de poesía, hace en “El caso Padilla: crimen y castigo”.
Los documentos en sí son los que siguen:
- Heberto Padilla: A propósito de Pasión de Urbino
- Respuesta de la redacción de El Caimán Barbudo a Heberto Padilla
- Heberto Padilla: Respuesta a la redacción saliente
- Poemas de Fuera del juego (selección)
- Acta del Jurado de Poesía
- Declaración de la UNEAC acerca de los premios otorgados a Heberto Padilla en poesía y Antón Arrufat en teatro
- América: los novelistas exilados (las respuestas de Guillermo Cabrera Infante)
- Heberto Padilla: Respuesta a Guillermo Cabrera Infante
- Guillermo Cabrera Infante: La confundida lengua del poeta
- Leopoldo Ávila: Las provocaciones de Padilla
- Carta del PEN Club de México a Fidel Castro
- Primera carta de los intelectuales europeos y latinoamericanos a Fidel Castro
- Heberto Padilla: Intervención en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba
- Declaración del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura (fragmento)
- Segunda carta de los intelectuales europeos y latinoamericanos a Fidel Castro
- Manuel Díaz Martínez: El caso Padilla: crimen y castigo
viernes, 2 de marzo de 2018
www.belkiscuzamale.blogspot. comBelkis Cuza Malé
Durante años he cargado de un sitio a otro con los archivos de Linden Lane Magazine, y los míos propios, que incluyen la papelería de Heberto Padilla y las fotos familiares de esas casi tres décadas que estuvimos casados.
Ahora que se cumplen diez años de su partida (hacia ese punto infinito que es el cielo espiritual), me han asaltado la tristeza y la nostalgia por tantos años de amor, vividos y compartidos. Por eso, desempolvando mis papeles y buscando algo nuevo que pudiera ofrecer a sus lectores, a ésos que no olvidan sus poemas, no sólo los más polémicos de Fuera del juego, sino también los de El justo tiempo humano y El hombre junto al mar, encontré uno inédito, escrito de su puño y letra.
Los grandes poetas lo son porque sus poemas pueden ser memorizados, tarareados, convertidos en canciones, como hacían los juglares en el medioevo. Y les echamos mano cuando queremos susurrar nuestras emociones o llorar con nuestros fracasos. Y eso está pasando con la poesía de Heberto, aunque no fuese un hombre de escribir muchos libros. Prefería vivir, viajar, compartir un trago con los amigos, hablar de política, leer a su modo los libros que le interesaban y fumar sus habanos. A pesar de su gran talento, fue un melancólico y depresivo (y ni él mismo lo sabía). Yo, que estaba acostumbrada a oirlo, presentía que debajo de su sarcasmo y jocosidad (siempre mezclaba una cosa con la otra), sufría. No dejó nunca de sentirse fuera del juego en todos los sitios. Detrás de ese ser bullicioso y alegre, al extremo de que podía parecer superficial y desafiante -- tono que pareció molestar a Jorge Edwards, según cuenta en su famoso Persona non grata--, estaba el Heberto tímido.
*Yo siempre he vivido en Cuba*, dice en uno de sus famosos poemas. Pero en realidad, era un hombre que prefería el universo como hogar, y en especial los países escandinavos. Sí, era contradictorio. Muy, mucho.
No voy a hablar aquí de su autocrítica en la UNEAC, la noche del 27 de abril de 1971, ni de lo que sufrió hasta su salida de Cuba, el 16 de marzo de 1980. Quiero sólo recordarlo como el Heberto que fue parte de mi vida y del que aprendí muchas cosas, aunque nunca *a rimar*. Y verán por qué.
Buscando, como dije antes, entre mis archivos, encontré una vieja agenda que alguien, creo que un amigo alemán, no recuerdo si fue el poeta Hans Magnus Enzensberger, o Gunther Mask, le regaló a principio de los setenta. Allí, a ratos, solía escribir algunos textos que nunca usó. Hay un pequeño ensayo sobre Paradiso, de José Lezama Lima, apuntes para su novela En mi jardín pastan los héroes, y otras notas. Pero hay también un poema, que nunca publicó, que nunca pulió, y que sin duda fue escrito en la época de El hombre junto al mar. El tono es lóbrego, duro con él mismo, y sarcástico al final. Está escrito con tinta roja, al igual que otras cosas que aparecen allí.
Sus poemas han sido siempre para mí esbozos biográficos. Tres cosas hay en éste que también lo confirman. En primer lugar, habla de nuestro pequeño apartamento en La Rampa, donde se produjo nuestra detención. Y aunque lo describe como *una covacha* (era sólo un pequeño apartamento), hace referencia a un sofá cama y un aire acondicionado. Sí, eso era todo, aunque también estaban las paredes llenas de libros y cuadros. Al menos, se reconoce feliz porque tenía mucho amor en su corazón.
En segundo lugar, se refiere a los poemas de su esposa (es decir, yo) y dice que eran como imperdibles que herían. Y agrega que yo no sabía rimar. ¿Por qué eran como imperdibles que hincaban? Porque mis poemas de entonces, los de Juego de damas, una especie de, sin yo pretenderlo, contrapartida femenina de su Fuera del juego, hablaba de muchas cosas que a él de seguro le molestaban. Un libro donde intuía mi juicio crítico sobre su machismo, que yo hacía extensivo a la mayoria de los hombres. Y sí, es cierto, no sabía ni sé rimar, no sé hacer cantarín el verso. Y tengo que sonreirme ante su ocurrencia.
Y en tercer lugar, están esas líneas proféticas del final, donde señala que una vez más nuestra perrita (Titina, una salchicha no pura, que trajimos de nuestra *prisión* en Cumanayagüa) había defecado en algún sitio de la casa. Y usa el término honomatopéyico plaf, plaf, para señalar que de seguro hasta en sus funerales lo haría, como si aplaudiera.
Tres días antes de su fallecimiento (y se lo comenté a él por teléfono el viernes 22 de septiembre de 2000), mi salchicha Pattern, de súbito, perdió el control de sus paticas traseras y comenzó a arrastrarse como un reptil. Este doloroso hecho venía acompañado de diarreas incesantes, al extremo de que su grave enfermedad me impidió asistir a los funerales de Heberto. ¿No lo había profetizado en este *Poema póstumo*, que dejó inédito? El, que parecía avergonzarse de mis dotes de *pitonisa*, se ha convertido en fuente de información espiritual desde ese cielo en que ahora habita, y que yo imagino todo azul, como el de Cuba.
Les copio el *Poema póstumo*, y les incluyo nuevas fotos, para recordarlo como él merece, como un gran poeta y ser humano, no lo duden.
Heberto Padilla fue un gran artista
Ahora, ¿quién puede leer su poesía?
La vida fue para él como
Plaf, plaf --sigue cagando
Belkis
Durante años he cargado de un sitio a otro con los archivos de Linden Lane Magazine, y los míos propios, que incluyen la papelería de Heberto Padilla y las fotos familiares de esas casi tres décadas que estuvimos casados.
Ahora que se cumplen diez años de su partida (hacia ese punto infinito que es el cielo espiritual), me han asaltado la tristeza y la nostalgia por tantos años de amor, vividos y compartidos. Por eso, desempolvando mis papeles y buscando algo nuevo que pudiera ofrecer a sus lectores, a ésos que no olvidan sus poemas, no sólo los más polémicos de Fuera del juego, sino también los de El justo tiempo humano y El hombre junto al mar, encontré uno inédito, escrito de su puño y letra.
Los grandes poetas lo son porque sus poemas pueden ser memorizados, tarareados, convertidos en canciones, como hacían los juglares en el medioevo. Y les echamos mano cuando queremos susurrar nuestras emociones o llorar con nuestros fracasos. Y eso está pasando con la poesía de Heberto, aunque no fuese un hombre de escribir muchos libros. Prefería vivir, viajar, compartir un trago con los amigos, hablar de política, leer a su modo los libros que le interesaban y fumar sus habanos. A pesar de su gran talento, fue un melancólico y depresivo (y ni él mismo lo sabía). Yo, que estaba acostumbrada a oirlo, presentía que debajo de su sarcasmo y jocosidad (siempre mezclaba una cosa con la otra), sufría. No dejó nunca de sentirse fuera del juego en todos los sitios. Detrás de ese ser bullicioso y alegre, al extremo de que podía parecer superficial y desafiante -- tono que pareció molestar a Jorge Edwards, según cuenta en su famoso Persona non grata--, estaba el Heberto tímido.
*Yo siempre he vivido en Cuba*, dice en uno de sus famosos poemas. Pero en realidad, era un hombre que prefería el universo como hogar, y en especial los países escandinavos. Sí, era contradictorio. Muy, mucho.
No voy a hablar aquí de su autocrítica en la UNEAC, la noche del 27 de abril de 1971, ni de lo que sufrió hasta su salida de Cuba, el 16 de marzo de 1980. Quiero sólo recordarlo como el Heberto que fue parte de mi vida y del que aprendí muchas cosas, aunque nunca *a rimar*. Y verán por qué.
Buscando, como dije antes, entre mis archivos, encontré una vieja agenda que alguien, creo que un amigo alemán, no recuerdo si fue el poeta Hans Magnus Enzensberger, o Gunther Mask, le regaló a principio de los setenta. Allí, a ratos, solía escribir algunos textos que nunca usó. Hay un pequeño ensayo sobre Paradiso, de José Lezama Lima, apuntes para su novela En mi jardín pastan los héroes, y otras notas. Pero hay también un poema, que nunca publicó, que nunca pulió, y que sin duda fue escrito en la época de El hombre junto al mar. El tono es lóbrego, duro con él mismo, y sarcástico al final. Está escrito con tinta roja, al igual que otras cosas que aparecen allí.
Sus poemas han sido siempre para mí esbozos biográficos. Tres cosas hay en éste que también lo confirman. En primer lugar, habla de nuestro pequeño apartamento en La Rampa, donde se produjo nuestra detención. Y aunque lo describe como *una covacha* (era sólo un pequeño apartamento), hace referencia a un sofá cama y un aire acondicionado. Sí, eso era todo, aunque también estaban las paredes llenas de libros y cuadros. Al menos, se reconoce feliz porque tenía mucho amor en su corazón.
En segundo lugar, se refiere a los poemas de su esposa (es decir, yo) y dice que eran como imperdibles que herían. Y agrega que yo no sabía rimar. ¿Por qué eran como imperdibles que hincaban? Porque mis poemas de entonces, los de Juego de damas, una especie de, sin yo pretenderlo, contrapartida femenina de su Fuera del juego, hablaba de muchas cosas que a él de seguro le molestaban. Un libro donde intuía mi juicio crítico sobre su machismo, que yo hacía extensivo a la mayoria de los hombres. Y sí, es cierto, no sabía ni sé rimar, no sé hacer cantarín el verso. Y tengo que sonreirme ante su ocurrencia.
Y en tercer lugar, están esas líneas proféticas del final, donde señala que una vez más nuestra perrita (Titina, una salchicha no pura, que trajimos de nuestra *prisión* en Cumanayagüa) había defecado en algún sitio de la casa. Y usa el término honomatopéyico plaf, plaf, para señalar que de seguro hasta en sus funerales lo haría, como si aplaudiera.
Tres días antes de su fallecimiento (y se lo comenté a él por teléfono el viernes 22 de septiembre de 2000), mi salchicha Pattern, de súbito, perdió el control de sus paticas traseras y comenzó a arrastrarse como un reptil. Este doloroso hecho venía acompañado de diarreas incesantes, al extremo de que su grave enfermedad me impidió asistir a los funerales de Heberto. ¿No lo había profetizado en este *Poema póstumo*, que dejó inédito? El, que parecía avergonzarse de mis dotes de *pitonisa*, se ha convertido en fuente de información espiritual desde ese cielo en que ahora habita, y que yo imagino todo azul, como el de Cuba.
Les copio el *Poema póstumo*, y les incluyo nuevas fotos, para recordarlo como él merece, como un gran poeta y ser humano, no lo duden.
Poema póstumo
Heberto Padilla fue un gran artista
mientras vivió en la covacha
sin agua. Allí fue suficiciente
el aire acondicionado y el sofá cama
porque recién tenía mucho amor en el corazón.
Ahora, ¿quién puede leer su poesía?
¿Quién habrá de leerla
cuando ya se haya ido?
Los poemas de su mujer
eran como tragarse imperdibles,
todos hincaban. Además, no sabía
rimar.
La vida fue para él como
una herida abierta.
La juventud se encargó. En
la pared de su cueva aún
se incrustaba su casa
de madera.
Plaf, plaf --sigue cagando
la perrita.
Plaf, plaf, hasta
en sus funerales.
Fue como si aplaudiera.
Heberto Padilla (en La Habana, años setenta)
Heberto Padilla (en La Habana, años setenta)
Más fotos en mi blog.
En el Nombre de Jesús, un pensamiento de amor hoy para Heberto.
Gracias y bendiciones,
GRACIAS, QUERIDA BELKIS POR TRAERNOS ESTE ÍNTIMO E INÉDITO POEMA DE HEBERTO. ¡BENDICIONES!
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