DESCRIPCIÓN DEL BLOG:

Es un blog literario dedicado íntegramante a destacar la figura de Heberto Padilla, escritor, poeta y hombre de pensamiento dentro del marco de las letras cubanas, así como, develar la génesis y las consecuencias dentro de la cultura hispana y universal del llamado Caso Padilla. Es nuestra intención acopiar documentos éditos e inéditos sobre el particular a modo de esclarecer las circunstancias que rodearon este momentum histórico y preservarlo como legado a las generaciones más jóvenes de escritores, poetas y artistas cubanos e hispanohablantes en general.

jueves, 28 de abril de 2011


CUARENTA AÑOS Y UNA FOTO MEMORABLE DEL DÍA DE LA FORZADA AUTOCRÍTICA DE HEBERTO PADILLA

Belkis Cuza Malé

Ayer, 27 de abril, se cumplieron 40 años de la oprobiosa autocrítica de Heberto Padilla y un grupo de escritores, entre los que me encontraba. Esa parodia tropical de los Procesos de Moscú se celebró, como recordarán, en la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) en presencia de los miembros de la Seguridad del Estado y 150 *invitados*, especialmente seleccionados y cuyos nombres aparecían en una lista que dos empleados se encargaban de cotejar a la entrada. Nadie se llame a engaño: todo el mundo sabía desde el primer momento que aquéllo era una gran farsa, un ejercicio de contricción, con la hoguera ardiendo ya frente a nosotros. El libreto parecía espontáneo, pues Heberto tenía memoria de elefante y recitó cada palabra escrita un día antes en las mazmorras de la Seguridad del Estado y que habían sido previamente corregidas y editadas por la mano de los verdugos. Ni una coma ni un punto de más.Pero a ese discurso de arrepentimiento y autodegradación de Heberto hay que volver, hay que leer entre líneas y encontrar las claves. Cada una de sus palabras tiene un peso específico. Los que nada saben de nada y sólo ven lo externo, se pierden la esencia de lo que realmente estaba sucediendo.
Hace unos días mi querida amiga, la poeta y periodista Tania Díaz Castro me envió una pequeña foto que quiero compartir con ustedes. Es una foto única, de Heberto Padilla, la noche de la autocrítica en la UNEAC, aquél 27 de abril de 1971.
Salvo la filmación realizada por el cineasta Santiago Alvarez para el ICAIC, y por supuesto, para Fidel Castro, nunca supe de ninguna otra cosa que no fuese el texto de la autocrítica de Heberto, publicada incluso luego en la Revista Casa, de la Casa de las Américas. Esta foto, que recoge un gesto muy característico de Heberto, ajustándose los espejuelos, forma parte ya de un trozo de pasado y terrible historia (observen el micrófono frente al rostro de Heberto) cuando el tirano quiso destruir a un poeta, y a todos los poetas, desconociendo las leyes espirituales que rigen el Universo.
Gracias por la foto, querida Tania.Y gracias a Dios por su justicia, siempre eterna.
Muchas bendiciones
POST TOMADO DE: EL BLOG DE BELKIS CUZA MALÉ

domingo, 24 de abril de 2011

Publicado el jueves 19 de julio del 2007  En The New Herald

De nuevo en torno al caso Padilla

NICASIO SILVERIO

Resulta en cierto modo inquietante tropezarse de nuevo, como por sorpresa, y a estas alturas del juego, con la manera en que todavía se recuerdan y analizan los hechos que rodearon, en 1968, a la publicación en Cuba del poemario Fuera del juego de Heberto Padilla. Y no sólo porque esos poemas sigan resonando al más alto nivel académico mundial, sino sobre todo porque estas novísimas aproximaciones al texto se realicen todavía desde la estéril y mentirosa perspectiva de la burocracia cultural cubana. La de entonces, y la idéntica de ahora. La más reciente pedantería nos llega de alguien que desestima burlonamente a Padilla y a su poesía, acusándolo, entre otros espantos, de haber politizado, malgastándolos, sus dones poéticos.

Si de politizar se tratase, y para ceñirnos sólo a una pequeña parte del siglo XX, habría que echar de las bibliotecas a la gran mayoría de los poetas españoles de la Generación del 27. Además, a casi todo el Canto General de Pablo Neruda. Y desde luego a muchísima poesía revolucionaria cubana del 59 a la fecha. Que ni es poesía, ni es revolucionaria.

En Cuba todo se politiza. Desde la Constitución de Guáimaro hasta la Libreta de Racionamiento. Y estoy de acuerdo con que quizás por la estrecha, inestable y casi incestuosa convivencia entre la poesía politizada y el panfleto podríamos convenir en líneas generales en que el arte se descalifica a sí mismo cuando deviene partisano. Pero lo que no me parece bien es permitir a algunos, a Pablo Neruda por ejemplo, escribir bodrios como su Oda a Stalin, y negarle la misma licencia al resto de la humanidad.

De hecho, la radical politización del entorno cubano en todas y cada una de sus manifestaciones constituyó de siempre una de las más profundas obsesiones estratégicas del monstruoso experimento social de la isla. Obsesiones que llegaron a buen fin a través de aquel discurso desde el poder que en principio pareció joven, vigoroso y seductor, para más tarde convertirse en chulesco, chato y bestial. El castillo de irás y no volverás, vaya. Sólo que ahora el castillo se situó en el idílico Caribe, hacia donde acudieron muchedumbres anhelantes de un papel de moscas pegajoso en busca de una utopía inasequible, como todas.

Pero algo inesperado le ocurriría en 1968 a la deliberada dinámica de la construcción artificial, y oficial, de un nuevo discurso cultural cubano. Algo con claros antecedentes en el tardío discurso de Nikita Kruschev de 1956 ante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en el que denunció los horrores del estalinismo. Desde la perspectiva de los años 60 resultaba claro que la diatriba de Kruschev, por insincera que fuera, había contribuido a liberar poderosas energías político-sociales que hasta ese momento habían permanecido ocultas por el terror.

Durante su estancia en la Unión Soviética en 1963, Padilla fue testigo presencial de aquel despertar cultural iniciado en el 56. Y en medio de aquella fiebre de cambio, pudo haber pensado que los escritores soviéticos de la época necesitarían de un radical replanteamiento del discurso cultural, y que el cambio debería comenzar por el lenguaje. Es decir, por el análisis de la función del lenguaje, y de la poesía, en una sociedad libre. Según la disidencia, se imponía en la Unión Soviética la creación de una nueva gramática de las artes, de todas las artes, que posibilitara conversar en libertad sobre el mundo real, y no sobre los cantos de sirena del Estado.

En pocas palabras, Padilla intuyó en Moscú el peligroso descubrimiento de que el reyecito criollo andaba en cueros desde siempre. Los disfraces prestados, las ideas también prestadas y ajadas por el tiempo. El déspota cubano que había logrado mantener vigente en Cuba el futuro de hambre, campos de concentración y miseria que Valeriano Weyler había prometido a sus superiores en Madrid cuando asumió el mando militar de la isla. Y Padilla intuyó que los artificios teatrales del poder se vendrían abajo en Cuba, como estaba a punto de suceder en la propia Unión Soviética. Y tuvo el valor de enfrentar aquel monstruoso aparato propagandístico armado solamente de su poesía. Un proyecto de vida que sólo un inocente niño travieso, como suele ser todo artista de talento, y como en el fondo era Padilla, podía imaginar en aquellos momentos. Y hoy, en la distancia, a la vista de la historia reciente, nos damos cuenta que Padilla ganó la partida. Que tenazmente persiguió su objetivo, aunque le costara el sosiego de sus años últimos.

Escritor cubano residente en Miami.


lunes, 18 de abril de 2011

“Matar a un poeta cuando duerme”“ Por Manuel Luna Especial para Trazos Culturales TOMADO DE: DiarioCoLatino.com

“Matar a un poeta cuando duerme”



Por Manuel Luna
Especial para Trazos Culturales


La poesía y política, las dos pasiones que encaminaron al poeta a su atentado, así es el “Caso Roque Dalton García”, poeta salvadoreño del que se conocen algunas conjeturas y anécdotas acerca de su asesinato y su vida. Dalton nace un 14 de mayo de 1935 e irónicamente un mayo 10 de 1975, tres días antes de cumplir cuarenta años es asesinado y sepultado por sus mismos compañeros de lucha revolucionaria.

En la capital salvadoreña se conoce la noticia a partir de la segunda semana de mayo por un comunicado que circuló en los pasillos de la Universidad Nacional de El Salvador, emitido por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) célula guerrillera que el fundó y a la que pertenecía al morir, ésta se hizo responsable de su secuestro, juicio y ejecución. Acusaban al poeta Dalton de trabajar para la CIA y de haber procurado su infiltración dentro de las estructuras de esta organización.

Y agrega ese comunicado: “Su posición pequeño burguesa, nunca un revolucionario obedecía a una tendencia errada, aventurera y pragmática,... perjudicial y dañina. No en vano, el representaba al revisionismo internacional y su obra no constituye aporte a la interpretación… de la sociedad ”
En líneas generales, Roque muere por disputas partidistas y disensiones políticas e ideológicas con sus mismos compañeros de lucha extremadamente militaristas, quizá nunca se sabrán los móviles que sucedieron en esta fraguada trama de sus compañeros, la que desembocó en este cobarde asesinato.

El poeta cubano Heberto Padilla, -también sojuzgado y encarcelado por criticar a la revolución cubana de esos años, quien después muere en su exilio en Miami- amigo personal de Roque y quien ayudó a ordenar su libro de poesía “Taberna y otros lugares”, apunta en uno de sus libros (Mala memoria) que “el asesinato de su amigo se debió a una fuerte tensión entre la posición sectaria de la guerrilla salvadoreña y la más pragmática del gobierno cubano de aquellos días”.

Roque, deja escrito en su obra la contradicción entre el artista libre pensador y el político, con la que él tuvo conflicto, valga este fragmento de su novela experimental “Pobrecito poeta que era yo” que ilustra esa dicotomía: “¿Qué es lo que me piden, renunciamientos y más renunciamientos. Sinceramente: comprendo a la revolución y la hallo hermosa. Creo que tengo cabida en ella y que mis defectos y mis lados sombríos también caben en ella, conmigo… Comprendo que soy un hombre complicado y que mis criterios, también –lógicamente- complicados, no formarían la mejor agenda para una reunión de jóvenes comunistas por ejemplo, tan empecinados en el candor…”.

Y enfatiza el poeta: “… la Revolución debe tener una política para tratarme, para tratar a las personas que, como yo, no hacemos otra cosa que reflejar, con las más agudas evidencias (debido, no podría decir si al talento o a la irresponsabilidad), las complicaciones del mundo actual cuya transformación lograría los revolucionarios”.

Es evidente que el poeta, vivió el dogmatismo de las estructuras políticas de izquierda de su país, su obra literaria le sirvió para cuestionar la verticalidad de las mismas, su personalidad de libre pensador, iconoclasta y transgresor fue siempre fiel con su práctica de poeta libérrimo, que fue temida por sus compañeros y silenciada físicamente. Valga este poemínimo irreverente de Roque: “Las clases sociales en la cabeza de Kandinsky / La negación de la negación en la cabeza de Dick Tracy / La alineación en la cabeza de Mandrake / La dictadura del proletariado en la cabeza de King Kong”.

Otro ejemplo para el “Caso Roque Dalton” está en una respuesta que dio el poeta a una de las preguntas que le hiciera el escritor Mario Benedetti en la Habana 1969: ¿En tu caso personal ha habido conflicto entre tu militancia política y tu calidad de escritor? ”He tenido conflicto cuando he tenido problemas ideológicos. Cada vez que he experimentado una desgarradura, ha sido porque se me planteaba una contradicción entre una posición política y una posición ideológica expresada en literatura. En la medida en que supe superar mis debilidades en ese terreno, di pasos hacia delante, en la medida en que no los pude superar, tengo aún conflictos”.

Dalton expone al respecto en un discurso que pronunciara en la Habana, 1969, en el simposio acerca de “El intelectual y la sociedad”: “… El alma del artista: un himen del tamaño de una bandera, apto para ser lucido en los recitales, pero siempre en el terrible peligro de caer al suelo entre los pies de la multitud de zapatones desgarrantes”.

La poesía de Roque no tiene una visión plana de la realidad, no solo posee contenidos políticos así como fue utilizada, por lo movimientos de izquierda, sus temas son personales proyectan: la infancia, el tiempo, el amor, la muerte, el exilio, el país con sus temas históricos, no descarta el lenguaje coloquial salvadoreño lo incorpora a su escritura con un humor que lo hace único en ocasiones antisolemne, así escribe en salvadoreño coloquial: “… las palabras son mis damas, y mis cholinas, mi ayudame a vivir, mi caldo de puyas, mis espumillitas de acuís, estoy valido con ellas de la tusquia, del me aparto revira contra …”.

La herencia literaria del poeta, el contacto con otras literaturas y otros escritores influyeron a la gestación de su obra poética que revela una escritura sofisticada y cosmopolita que agrupa técnicas como el surrealismo, el contrapunto, la narración dislocada, retoma técnicas cinematográficas, así como el uso de la metáfora rebuscada – recurso favorito de Dalton- que da a su poesía un hermetismo comunicativo, que podría ser, no accesible para aquel lector que por vez primera entre en contacto con su escritura.

Se sabe que Roque Dalton, un diciembre de 1973 regresa al país clandestinamente desde la Habana. Tenía la vocación de exiliado obligado, hasta la manera en que aparecen sus libros de poesía lo confirma, todos publicados fuera de El Salvador: La ventana en el rostro, Las historias prohibidas del pulgarcito, ambos en México DF. 1961. El turno del ofendido, El mar, Los testimonios, Taberna y otros lugares, Miguel Mármol los sucesos del 32, (todos en la Habana). Hasta sus dos libros póstumos, su novela Pobrecito poeta que era yo (Costa Rica) y Un libro rojo para Lenin (Nicaragua).

Roque, estableció residencia en Cuba durante casi doce años de exilio trabajando en tareas culturales, miembro de la redacción de la prestigiosa revista literaria Casa de Las Américas, hizo trabajo periodístico como corresponsal de Prensa Latina en Praga, por veinte años fue funcionario de organizaciones de la izquierda salvadoreña, esto le permitió viajar a los países del bloque socialista de Europa y Asia de aquel entonces.

Dalton, pasó largas temporadas en México e hizo entrañable amistad con escritores e intelectuales de la talla de Jaime Labastida, Eraclio Zepeda, Thelma Nava, José Emilio Pacheco, Augusto Monterroso y especialmente con el poeta Efraín Huerta, quien en su poema “Matar a un poeta cuando duerme”, dedicado para esta funesta ocasión, le escribe así: “Le dispararon aquí mismo mire / Mire y escuche mi sangre. En esta arteria, / de abajo arriba, para que la bala llegara al cerebro / y deshiciera bruscamente, su genio y su infinito amor. / Los Chacales Erpianos se habían dicho;/ Que sea cuando este bien dormido. / Los pobres poetas son muy sensibles /”.

Hay testigos claves en este homicidio que actuaron como ejecutores en el juicio de Dalton, uno de ellos Joaquín Villalobos, quien llegá a ser comandante en jefe de uno de los grupos armados más experimentados cuando la guerra en El Salvador. A este se le acusa de haber disparado al poeta a quema ropa, -como era de esperarse- este ya dio su testimonio y se autoexonero. Los otros viven en Europa escondidos como depredadores de esa historia abominable de ese grupo guerrillero salvadoreño.

Roque Dalton, revitaliza la literatura salvadoreña, aporta temas poco explorados por otros escritores salvadoreños de su época y cierra un ciclo para la literatura salvadoreña con un discurso estético literario-político encarnados en él como una manera de vivir: intensa, transgresora, apasionada e indócil, hasta en su muerte –como el lo dice.

Al final, dejemos que el poeta Dalton tome el podio, se limpie el polvo de su camisa y lea unos versos de su poema, premonitorio “Las cicatrices”: /… no bastó la persecución redondamente cruel del enemigo / sino que vino también a hostigarme / la cuchillada del apreciable vecino / la malanimosidad del amado pariente gris / la prudencia del amigo aceptando que me asesinaran cuanto antes/…


Bibliografía consultada:
- Recopilación de textos de Roque Dalton, varios autores Edit. Casa de Las Américas, 1980
- Revista Casa de Las Américas Num. 56, 1969
- Diez años de Revolución, el intelectual y la sociedad
- Revista Casa de Las Américas Num. 54, 1969
- Mario Benedetti Una hora con Roque Dalton
- Poemas escogidos de Roque Dalton, Edit. EDUCA
- Mala Memoria, Heberto Padilla Editorial: Plaza & Jane
- En mi jardín pastan los héroes, Heberto Padilla. Edit: Argos-Vergara
- El nombre de este artículo, es el título del poema del poeta Efraín Huerta, de su libro, Circuito interior. Poesía Completa. Fondo de Cultura Económica.

He aquí, a modo de modesto homenaje, una muestra de la poética daltoniana:


Alta hora de la noche

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.

Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.

No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.

No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.

La 'mala fama' de Heberto Padilla Belkis Cuza Malé. El Nuevo Herald, septiembre 27, 2002.




La 'mala fama' de Heberto Padilla

Belkis Cuza Malé. El Nuevo Herald, septiembre 27, 2002.

En la foto, Belkis, Heberto y Francisco García Cisneros.

Han pasado dos años desde aquel 24 de septiembre de 2000, cuando Heberto Padilla fue hallado muerto en su apartamento de la Universidad de Auburn, en Alabama. Desde entonces se ha escrito mucho sobre su obra y su persona. Más sobre su persona. Y eso se debe, seguramente, a esa ''mala fama'' que Fidel Castro se encargó de endilgarle al autor de Fuera del juego, como se cuelga una medalla de oprobio en el corazón de un poeta, de modo que fuese una mancha o ''un nudo en la madera de mis contemporáneos'', como diría el propio Heberto de sí mismo en uno de sus más conocidos versos.
Nuestros escritores y artistas, en apariencia auspiciados al principio por la revolución castrista, se convirtieron pronto en sus víctimas más sutiles al ir perdiendo no sólo las ilusiones, sino incluso la vida, en circunstancias que ahora vemos cada día más claras. Como en las extrañas muertes o suicidios de ciertos políticos y personajes liquidados por el gobierno, habría que preguntarse quiénes fueron los verdaderos culpables de la desaparición física de José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Enrique Labrador Ruiz, Guillermo Rosales, René Ariza, Reinaldo Arenas y hasta el poeta Eliseo Diego, así como la de tantos otros artistas que han perecido a lo largo de estos años, dentro o fuera de Cuba, la mayoría silenciados, expulsados de los círculos de creación, encarcelados, o negados en su condición de intelectuales.
Víctimas también lo son los que se convierten en burócratas de la cultura oficial, en defensores de la dictadura, por la ambición de ver su nombre impreso, por un viajecito, un premio o un libro en una editorial extranjera. Porque, ¿de qué se nutre un verdadero escritor, un artista, sino de la libertad que necesita para expresarse, de ese flujo y reflujo del pensamiento que no yace en cárcel oprobiosa, sino en la dimensión sin fronteras de la imaginación?
En el caso de Heberto, nadie puede impugnarle errores que no cometió. La mayoría ignora qué sucedió realmente con él, por qué saltó a la fama (''la mala fama'', diría él) en un abrir y cerrar de ojos, cuando las cárceles del país estaban llenas y se fusilaba a diario. ¿Qué importancia tenía que un poeta fuera a dar a la cárcel? En 1971, en las celdas de la Seguridad del Estado de Villa Marista, las paredes guardaban la última señal, la última marca de algún recién fusilado. Entonces, no todos los que eran puestos a disposición del Tribunal Revolucionario Número Uno de la Cabaña salían con vida o sin largos años de condena. Y ése era el Tribunal que se encargaría de juzgarnos a Heberto y a mí.
En uno de sus más temibles discursos, el que pronunció en marzo de 1971, Castro señaló que en los próximos días se harían ''revelaciones trascendentales'' sobre una nueva conspiración de la CIA. Y es que entre los planes del tirano estaba el encausar a Heberto como agente de la CIA, cosa que impidió la reacción mundial de los intelectuales del mundo, muchos de ellos defensores a ciegas de la revolución. En lugar de condenarnos a cadena perpetua, Castro escogió con mucho sadismo la destrucción de Heberto Padilla.
Pero la autocrítica de Heberto Padilla, de la que participaron por voluntad propia Pablo Armando Fernández, César López, Manuel Díaz Martínez y yo, pone de relieve la naturaleza estúpida del sistema comunista, la mentalidad siniestra de sus jueces. ¿A quién se le ocurrió la autocrítica de un grupo de escritores, rodeados de policías vestidos de paisanos? A Castro no le importaba que la gente creyese o no en nuestra autocrítica. Sólo pedía --en lugar de la cabeza de Padilla--, la humillación, la retractación. No se trataba de un castigo, sino de algo peor, una muerte silenciosa, el deshonor eterno.
Hace unos días, el poeta y crítico cubano Cintio Vitier, a quien no se cansan de hacerle homenajes en el exilio, y encontrar excusas para su triste papel de abogado del diablo (él, tan católico), concedió una entrevista al periódico Reforma de México donde dice que a Heberto Padilla nunca lo torturaron en Villa Marista, como si la definición moderna de tortura siguiese siendo la que vemos en el cuadro del Bosco, la de aquel hombre al que le están perforando el cráneo.
Yo, que fui la única persona que lo vio en la cárcel, a los catorce días de permanecer incomunicado, puedo asegurar que Heberto fue torturado por la Seguridad del Estado, que se le inyectaron drogas en las venas para que hablara (o escribiera con su puño y letra una declaración de autodegradación que le fue presentada), y que lo golpearon y maltrataron, al extremo de que enfermó de los riñones, y tuvo que ser ingresado en el hospital militar, y permanecer allí durante el resto del tiempo que estuvo detenido.
Alrededor de la figura de Heberto Padilla se ha movido siempre la controversia: por un lado los admiradores de su poesía, de su gran talento creador, de los que entienden verdaderamente ''su caso'', la opresión del sistema comunista; y por otro los enemigos políticos, sus detractores más feroces, esa izquierda abominable que le puso siempre zancadillas en las universidades y en muchos otros sitios.
Apesar de lo que decía, Heberto no supo o no pudo arrancarse de una vez por todas esa segunda piel en que se había convertido su ''mala fama''. Vivía con una depresión crónica, producto de todo lo sufrido, de la desilusión y el dolor de haber escrito una poesía profética, tras haber permanecido un año en la antigua Unión Soviética.
La oficilidad de la Unión de Escritores quisiera, sin embargo, que todos padeciéramos de ''mala memoria'' y olvidásemos los hechos que condujeron a esa odiosa autocrítica. Que se borrase para siempre ''el caso Padilla''. No los vamos a complacer, no vamos a borrar nada. Lo que hoy pretende ser llamado un ''error'' de la revolución es una muestra inolvidable de que la opresión intelectual, el escarnio y la falta de libertades no han dejado de existir desde que se produjo ''el caso Padilla''. En cambio, la poesía de Heberto es cada día más trasparente, más útil, más hermosa. Y los que lo recuerdan, que son muchos, saben que ''sí fue un poeta del porvenir''. Un gran poeta. Floreciendo como las palmas.
belkisbell@aol.com

martes, 12 de abril de 2011

Les presento el nuevo libro que acabamos de publicar en LINDEN LANE PRESS, en su Colección de Poesía. Se trata de POETA EN LA LUNA DE CUBA, del poeta cubano RENE DAYRE ABELLA (Banes, 1945), ilustrado en la portada con *Flor del éxodo, para René*, de Belkis Cuza Malé.                                                                                                                                     Para adquirir un ejemplar, escribir a BelkisBell@aol.com y les daré detalles y dirección de dónde enviar el cheque o money order por la cantidad de $20.00 (incluido ya el franqueo). 

LINDEN LANE PRESS Issue 2:

POETA EN LA LUNA DE CUBA
By Belkis Padilla in Literature & Writing
A book of poetry by René Dayre Abella, Cuban poet living in San Diego, California. /Un libro de poemas de René Dayre Abella, poeta cubano residente en San Diego, California.


Para otros detalles, y mirar el libro por dentro, por favor, visiten mi blog www.belkiscuzamale.blogspot.com y hagan click en el enlace allí señalado, donde tendrán acceso a un preview desde la página web de la imprenta.  También pueden adquirir un ejemplar directamente desde allí, usando tarjeta de crédito o la cuenta de PayPal.

Espero disfruten con la lectura de estos hermosos poemas de René Dayre Abella.  Para más información sobre él, en su blog:  http://www.reneabella.com/

Gracias y bendiciones,

Belkis

sábado, 2 de abril de 2011

Caso Padilla: y el 'enfant terrible' entregó la lengua

Por Mario Noya

Heberto Padilla, poeta políglota y bocón, a veces histrión hasta la histeria, quiso ser el enfant terrible de la Cuba socialista, el bufonazo que señalara que a Barbatruco le colgaban las bolas y eso está tan feo, pero acabó fungiendo de escarmiento, chivo expiatorio en esa Cuba rusa que sobre su cabeza deslenguada proclamó lo obvio: Revolución no rima con Liberación.
Heberto Padilla nació en Puerta del Golpe, átenme ese nombre por el rabo afustado de las premoniciones, el 20 de enero de 1932. De siempre fueron lo suyo las letras y sus lenguas –hablaba el alemán, el inglés, el francés, el italiano, el griego, el ruso, el español suculento del Trópico–. Y la Revolución, que le pilló fuera (¡del juego!) pero sus queridos compañeros camaradas le querían dentro, así que lió el petate, abandonó la Yuma y sus academias Berlitz y sus emisiones radiales y se instaló en la Isla de los Prodigios, donde Fidel y Raúl y el Che ya fusilaban a modo y hacían ver a quienes ver querían que la Revolución era sangre y era odio, la selecta y fría máquina de matar que jaleara el pibejo.
En el mero Año I de la Cuba Nueva tuvo Heberto problemas con los forjadores de hombres nuevos. Lo mismo se pensaba que trabajar para ellos en las entrañas del monstruo anglosajón (Londres, Nueva York) iba a salirle gratis. "Todo comenzó a echarse a perder para nosotros los escritores cubanos cuando tuvieron lugar las reuniones con Fidel Castro en la Biblioteca Nacional en junio de 1961. Pero para el Poeta el mal corrió antes", refiere ceñudo el enojoso y llorado Cabrera Infante (que por acabar con Castro juró que pactaría hasta con Dios) en su monumental Mea Cuba. Para el Poeta, Padilla, el mal corrió antes, decimos que decía GCI:
En 1959, cuando se hizo corresponsal en jefe en Inglaterra de la agencia Prensa Latina (fundada por el Che Guevara, que entonces no quería creer en el hombre nuevo sino en el nuevo argentino: la agencia estaba toda llena de facsímiles) y vino a Londres –para meter la pata política. Como cuartel general de la agencia escogió un edificio en Fleet Street donde ya tenían su agencia la AP y la UPI. Cuando esta coexistencia espacial se conoció en Cuba acusaron al Poeta de vender (¿qué cosa: noticias, secretos?) o venderse al imperialismo yanqui –y fue llamado a contar en La Habana.
(Guillermo Cabrera Infante, "Los poetas a su rincón", noviembre de 1982; reproducido en GCI, Mea Cuba, Aguilar, Madrid, 1999, pp. 335-364).
Pero bueno, en fin, por esa vez lo dejaron correr, y enseguida pusieron al Poeta a recorrerse el mundo, como corresponsal en Moscú, meca de las marionetas sovietistas, o como buhonero buscalibros de Cubartimpex, una empresuela del Ministerio de Comercio, en Escandinavia y los países más que rojos arrojados (al otro lado del Telón de Acero).
Regresa en el año 66, desencantado con el siniestro socialismo real surreal y con la lengua más suelta que nunca. Y la pluma. En el 67 El Caimán Barbudo, órgano o carraca de la Juventud Comunista, le pide una reseña de Pasión de Urbino, por lo visto un novelón en el peor sentido de la palabra del alabardero Lisandro Otero. Y a Heberto no se le ocurre otra que escribir lo que piensa de la Pasión según Otero y alabar, efecto contraste, al apestado Guillermo Cabrera Infante, que a Lisandro motejaba Risandro y que andaba fulgurando a nuestro mundo con sus geniales palabrerías (Así en la paz como en la guerra, 1960, y sobre todo Tres tristes tigres, premio Biblioteca Breve 1964). GCI era hermano de Sabá Cabrera, autor del corto P. M., censurado por la Revolución Libertadora ya en 1961, y era jefe del célebre "Lunes" ­–suplemento cultural del no menos célebre diario Revolución–, que echó el cierre por orden de la Revolución Libertadora ya en 1961. Ya en 1961, qué pronto, ¿eh?, Fidel Felón clamó en su discurso "Palabras a los intelectuales":
¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho.
La revista Verde Olivo apunta y dispara el artículo "Las provocaciones de Heberto Padilla", pero el Poeta en aquel entonces, ya 1968, el año de la Primavera de Praga aplastada por los tanques rusos con los aplausos de Mefistofidel (GCI again), parece Juan Sin Miedo y nada, que no se calla ni deja de escribir lo que no debe. ¡Y encima van y le premian! ¡Es verdadera, oficialmente el bufón con licencia para clamar!
No. Era que le estaban cavando la tumba.
En 1968, sí, se lleva el premio de poesía de la única Uneac (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) con el poemario Fuera del juego, que incluye los versos memorables:
¡Al poeta, despídanlo! / Ese no tiene aquí nada que hacer. / No entra en el juego. / No se entusiasma. / No pone en claro su mensaje. / No repara siquiera en los milagros. / Se pasa el día entero cavilando. / Encuentra siempre algo que objetar.
Arde entonces Troya y a La Habana se le enciende el rostro hasta ponérsele de color rojo Stalin. La Uneac aúlla por ese premio que no es suyo sino del maldito jurado que Fidel confunda: José Lezama Lima, José Zacarías Tallet, Manuel Díaz Martínez, el inglés J. M. Cohen, el peruano César Calvo. Lo publicará, lo publicará, pero con un prólogo que es un acto de repudio, perpetrado por el "meticuloso estalinista" (palabra de Montaner) José Antonio Portuondo aunque firmado por el Comité Director de la Uneac (en La Habana el 15 de noviembre del 68, "Año del Guerrillero Heroico"):
Padilla trata de justificar, en un ejercicio de ficción y de enmascaramiento, su notorio ausentismo de su patria en los momentos difíciles en que ésta se ha enfrentado al imperialismo; y su inexistente militancia personal; convierte la dialéctica de la lucha de clases en la lucha de sexos; sugiere persecuciones y climas represivos en una revolución como la nuestra que se ha caracterizado por su generosidad y su apertura, identifica lo revolucionario con la ineficiencia y la torpeza; se conmueve con los contrarrevolucionarios que se marchan del país y con los que son fusilados por sus crímenes contra el pueblo y sugiere complejas emboscadas contra sí que no pueden ser índice más que de un arrogante delirio de grandeza o de un profundo resentimiento.
Resulta igualmente hiriente para nuestra sensibilidad que la Revolución de Octubre sea encasillada en acusaciones como "el puñetazo en plena cara y el empujón a medianoche", el terror que no puede ocultarse en el viento de la torre Spaskaya, las fronteras llenas de cárceles, el poeta "culto en los más oscuros crímenes de Stalin", los cincuenta años que constituyen un "círculo vicioso de lucha y de terror", el millón de cabezas cada noche, el verdugo con tareas de poeta, los viejos maestros duchos en el terror de nuestra época, etcétera.
Si en definitiva en el proceso de la revolución soviética se cometieron errores, no es menos cierto que los logros (...) son más numerosos, y que resulta francamente chocante que a los revolucionarios bolcheviques, hombres de pureza intachable, verdaderos poetas de la transformación social, se les sitúe con falta de objetividad histórica, irrespetuosidad hacia sus actos y desconsideración de sus sacrificios.
Al de Puerta del Golpe, gran fumador de habanos, le empiezan a caer puros formidables y sabrá, lo supo siempre, que no era Juan Sin Miedo. Desde el exilio le da una mano Cabrera Infante, pero él se la estruja acusándole de asumir "el papel de todo contrarrevolucionario que intenta crearle una situación difícil al que no ha tomado su mismo camino". GCI entonces le replicará airado, comprensivo, dolido:
Heberto Padilla, quizás el único poeta revolucionario de su país y por ello mismo un perseguido (...) me atacó bestial, tal vez después de leer a Marx. Mi delito, haber revelado en el extranjero que le acosaban, rompiendo por primera vez la barrera del silencio, ese acuerdo de caballeros rojos y rosados con respecto a la injusticia creada (en Cuba) en nombre de la injusticia.
[...]
(...) sé que puedo hacer chistes y parodias por el gusto de jugar con las palabras, mientras que Padilla usa las palabras porque es su vida la que está en juego. Cierto. No menos cierto es que yo elegí este libre albedrío, mientras Padilla escoge la Historia y la esclavitud.
(GCI, "La confundida lengua del poeta", 14-I-1969; reproducido en Mea Cuba, ed. cit., pp. 44-51).
En ese mismo texto GCI recuerda a HP que esos bárbaros neorromanos no pagan a quienes tienen por traidores, y barrunta la posibilidad de que su acusador acabe confesándose "saboteador de autobuses o incendiario de cañaverales". Terrible premonición razonable.
Qué tres años frenéticos vivió Padilla. Tendría miedo y daría una de cal y otra de arena, pero el caso es que no calló, si acaso habló más alto; y hasta a los gritos a quienes, paranoico, le perseguían:
En una ocasión, al final de una tertulia en mi habitación durante la que se había bebido bastante, se puso a gritar en dirección a los supuestos micrófonos empotrados en los rincones: "¿Escuchaste, Piñeiro? Y toma nota de que aquí estaba X., que guardó silencio pero no discrepó de lo que decíamos. ¿Me entiendes?".
(Jorge Edwards, Persona non grata, Tusquets, Barcelona, 2000, p. 265).
Padilla se exponía pensando que así se resguardaba. "Creyó que la solidaridad de la izquierda no comunista lo defendería, cuando esa solidaridad, precisamente, acabaría de hundirlo", escribirá Edwards, que tan bien, a veces para mal, le conoció. Padilla se creía en el vórtice, el centro en calma del ciclón, pero en realidad era la casa de madera que a las primeras de cambio desarma el ventarral. Castro había decidido escarmentar de una vez por todas a la intelligentsia patria y a la de afuera, que andaba criticona y temiéndose que Cuba no fuera lo que no era, "la posibilidad de un socialismo libertario" (Edwards). Y que el chivo expiatorio fuese Heberto el lenguaraz. "Ahora vamos a poder romperle los cojones a Padilla", dicen (Edwards, ob. cit., p. 145) que dijo el siniestro Risandro, risa de hiena.
En enero del 71 Heberto se mete en la Uneac, boca del lobo, a recitar sus Provocaciones; "con gran asistencia de público joven –relata Edwards–, que llenó la sala, los corredores adyacentes y hasta los sectores del jardín que se hallaban cerca de las ventanas" (p. 147).
Debió advertir el poeta la carga de verdad que llevaban sus versos:
No lo olvides, poeta. / En cualquier sitio y época / en que hagas o sufras la Historia, / siempre estará acechándote algún poema peligroso;
y que le acabaría estallando.
Dos meses después, el 20 de marzo de 1971, Padilla es arrestado "á la Russe: en su casa y por la madrugada" (Cabrera Infante). También se llevan a su mujer, la también poeta Belkis Cuza Malé, acusados ambos de desarrollar "actividades subversivas" contra el Gobierno Revolucionario de Cuba.
Verdaderamente el delito de Padilla era ser poeta y hablar mal de lo que mal estaba. Así que le exigieron la voz.
A aquel hombre le pidieron su tiempo / para que lo juntara al tiempo de la Historia. / Le pidieron las manos, / porque para una época difícil / nada hay mejor que un par de buenas manos. / (...) / Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros. / Le dijeron / que eso era estrictamente necesario. / Le explicaron después / que toda esta donación resultaría inútil / sin entregar la lengua (...)
Y la entregó.
La Habana tuvo su Proceso de Moscú en abril, el mes más cruel para el poeta. Hecho un amasijo de miedos, a Padilla lo sueltan el día 26, para que el 27, en el marco del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura –Oooh Orwell!–, se humillara y ofendiera ante la Uneac, presidida para la ocasión por el siniestro stalinista Portuondo, ejecutor de prólogos grupales (el presidente de esa asociación atroz, Nicolás Guillén, "muy anciano, prefiere quedarse en su casa", acota Montaner en su viaje referencial al corazón de Cuba. "Pueden ser escrúpulos de conciencia").
La Confesión es un escarnio, un obsceno escándalo, la más precisa radiografía de la abyección de la mentalidad totalitaria. Padilla lame las botas de sus maltratadores ("Es increíble los diálogos que yo he tenido con los compañeros de Seguridad del Estado... quienes ni siquiera me han interrogado, porque ésa ha sido una larga e inteligente y brillante y fabulosa forma de persuasión conmigo"), se avergüenza de haber malhablado del Verdugo en Jefe ("Y no digamos las veces que he sido injusto e ingrato con Fidel, de lo cual nunca me cansaré de arrepentirme"), miente que Fuera del juego estaba fuera de lugar ("¿Ustedes piensan, si pueden leer este libro, que es un libro revolucionario? Ese libro está lleno de amargura, está lleno de pesimismo... Ese libro expresa un desencanto..."); denuncia con nombres y apellidos a sus amigos (Norberto Fuentes, Pablo Armando Fernández, José Lezama Lima...); hasta se arranca su costilla, cherchez la femme!, y sin contemplaciones la arroja a los perros que le han depravado:
Porque si yo mencionara, por ejemplo, ahora, a mi propia mujer, Belkis, que tanto ha sufrido con esto, y le dijese, como le podría decir, cuánto grado de amargura, de desafecto y de resentimiento ella ha acumulado inexplicablemente durante estos años, ella sería incapaz de ponerse en pie y desmentirme.
La izquierda exquisita se estremece, en el México de Octavio Paz y Carlos Fuentes como en el París de Sartre, Beauvoir y Vargas Llosa. Pero hete aquí que Castro brama y les pone del color de su guerrera que tanto les gustaba, les tacha de pseudoizquierdistas descarados, revolucionarios de boquilla y cuenta ajena, miramelindos, vividores. ¡Dentro de la Revolución, todo! ¡Fuera de la Revolución, nada! Y les da con la puerta de la Isla Cárcel en toda la boca:
Ya saben, señores intelectuales burgueses y libelistas burgueses y agentes de la CIA y de las inteligencias del imperialismo, es decir, de los servicios de inteligencia, de espionaje del imperialismo: en Cuba no tendrán entrada, ¡no tendrán entrada! (...) ¡Cerrada la entrada indefinidamente, por tiempo indefinido y por tiempo infinito!
Fue entonces que algunos se cayeron del guindo, se curaron la castritis. Octavio Paz dirá: "Nuestro tiempo es el de la peste autoritaria". Vargas Llosa dimitirá del comité de la revista de la Casa de las Américas y redactará una carta, suscrita por otros 60 intelectuales –Sartre, Beauvoir, Marsé, los Goytisolo, Rulfo, Jorge Semprún, Gil de Biedma...–, en la que se denuncia el caso Padilla por sus semejanzas con "los momentos más sórdidos del estalinismo" (pero, ay, ojo, qué final tenía la carta: "Quisiéramos que la Revolución cubana volviera a ser lo que en un momento nos hizo considerarla un modelo dentro del socialismo"; la cursiva impugnadora es mía). Otros, en cambio, hozaron en el fango podre del servilismo más astroso: los versos-baba de Cortázar dan dentera:
Buenos días, Fidel; buenos días, Haydee; buenos días, mi Casa, / mi sitio en los amigos y en las calles, mi buchito, mi amor, / mi caimancito herido y más vivo que nunca. / Yo soy esta palabra mano a mano como otros son tus ojos o tus / músculos, / todos juntos iremos a la zafra futura, / al azúcar de un tiempo sin imperios ni esclavos. / (...) Déjame defenderte / cuando asome el chacal de turno, déjame estar ahí. Y si no lo / quieres, / oye, compadre, olvida tanta crisis barata. Empecemos de nuevo, / di lo tuyo, aquí estoy, aquí te espero; toma, fuma conmigo, / largo es el día, el humo ahuyenta los mosquitos. Sabes, / nunca estuve tan cerca / como ahora, de lejos, contra viento y marea. El día nace.
Padilla despojado consiguió salir de la Isla el 13 de marzo de 1980. Rumbo al Imperio, la Tierra de los Libres. Lo encontraron muerto, infartado, en su casa de Alabama el 24 de septiembre del año 2000. "Nunca se recobró verdaderamente de esa arbitraria e injusta detención y confesión", relatará entonces Cabrera Infante. "Algún tiempo después lo volví a ver y ya no era el mismo Heberto Padilla. Estaba entregado al alcohol, porque cuando fue puesto en libertad caminaba por La Habana desempleado. Eso en parte, más el exilio, que es una tarea agotadora, fue lo que yo creo le hizo sucumbir ante un ataque al corazón". El cierre es de Belkis:
El hombre que yo conocí desde los 20 años y con el cual viví más de treinta era un hombre de una brillantez enorme pero también de una delicadeza de espíritu muy grande, y así lo quiero recordar siempre; no solamente como poeta, también como el padre de mi hijo, como el compañero y el hermano que fue para mí.
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